lunes, 26 de enero de 2015

El "todo poderoso" efecto Pigmalion

¿Has logrado alguna vez algo que te parecía imposible porque alguien te dijo "se que puedes conseguirlo"? ¿Alguna vez te has parado a pensar sobre el efecto que produce el que las personas que creen en tí te animen a conseguir tus metas?

El efecto Pigmalión, en psicología y pedagogía, describe cómo la creencia que tiene una persona puede influir en el rendimiento de otra persona: muy importante en lo positivo; pero ojo, ¡muy peligroso en lo negativo!

Es muy importante que como madres, padres o educadores lo conozcamos y prestemos mucha atención a su utilización, ya que se produce casi a diario y todo va sumando.



¿De dónde viene el nombre del efecto Pigmalión?

El origen se basa en una historia de la mitología griega que podemos encontrar leyendo la Metamorfosis de Ovidio

Pigmalión fue un rey de Chipre que, no creyendo en el amor verdadero, quiso esculpir en marfil la figura de una mujer perfecta que reflejara todos los valores que deseaba: belleza, nobleza, sensibilidad, ternura.. A medida que la esculpía se fue lentamente enamorando de ella, le dio una belleza como ninguna mujer real podía tener y creó su obra con admirable arte. Al final, cuando la hubo terminado, la cubrió de besos y caricias y comenzó a tratarla como si se tratara de una fuese de carne y hueso.





Fue entonces cuando le pidió a Afrodita, la diosa del amor, que le diese vida para tener la oportunidad de ser feliz junto a ella: “Si de verdad tenéis tanto poder, os ruego que deis vida a esta estatua para así poder casarme con ella”. 

Afrodita, conmovida por el amor que Pigmalión había llegado a sentir, dio vida a la estatua al tacto de un beso de Pigmalión en sus labios. Así fue como Galatea respiró su primer aliento vital, llegaron a casarse y tuvieron un hijo que se llamó Pafos. 


Esta historia muestra en realidad dos lecciones: 
  • por un lado, el poder que tienen de las expectativas respecto a los demás: el “efecto Pigmalión”; 
  • por el otro, la fuerza que tienen las convicciones sobre nuestro propio éxito o fracaso: el “efecto Galatea”. Sabemos que cuanto más convencidos estamos de ser capaces de hacer algo, mayor es nuestra probabilidad de lograrlo, pero por desgracia muchas veces se nos suele olvidar.


Evidencias científicas

En los años sesenta, los investigadores Robert Rosenthal y Lenore Jacobson realizaron un estudio interesantísimo sobre el efecto Pigmalion en el ámbito educativo.

Crearon una prueba de inteligencia falsa que llamaron "Test de Harvard de Adquisición Conjugada" y la practicaron a niños de entre primero y sexto curso de una escuela de San Francisco. Hablaron con los maestros y les dijeron que era de esperar que los alumnos que obtuvieran buenos resultados en el test tendrían avances sin precedentes en el transcurso del siguiente año.  

Entonces, se localizó un grupo de alumnos que según los resultados del test estaban a punto de entrar en un periodo de rápido crecimiento intelectual, y contaban con un potencial de crecimiento inmenso que los profesores debían aprovechar al máximo.  La realidad es que la lista que se les proporcionó a los profesores se había confeccionado totalmente al azar.

Ocho meses después, el rendimiento escolar  y los resultados académicos de dichos alumnos mejoró considerablemente. El coeficiente intelectual de los componentes del grupo había aumentado significativamente, sobre todo los de primer y segundo curso. 

La conclusión es que hay una asociación directa entre la expectativa del profesor y el rendimiento del alumnoEl efecto Pigmalión muestra cómo las expectativas del profesor sobre el alumno pueden condicionar su  evolución académica. 

Por un lado, el profesor, al tener grandes expectativas sobre el alumno, se esfuerza más para que el aprendizaje sea más productivo; por otro, el alumno, a través de la actitud del profesor, se convence de su posibilidad de mejora. 

Este fenómeno se conoce como profecía autocumplidauna expectativa que incita a las personas a actuar en formas que hacen que la expectativa se vuelva cierta. Una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.






¿Qué podemos hacer como padres o educadores?


Muchas veces, sin darnos cuenta, hablamos de nuestros hijos con otras personas delante de ellos.. Fácilmente pronunciamos frases del tipo «Pedrito es muy tímido», «es torpe y se tropieza constantemente», «es pegón», «Anita es muy mala y desobediente», «es lenta», «no se entera de la misa la media».. 

De este modo, juzgamos prematuramente a los niños y les  etiquetamos de forma injusta.  Hemos de ser conscientes de que se encuentran en pleno desarrollo físico, psicológico y afectivo, y por tanto son altamente vulnerables a la influencia que reciben de su ambiente más cercano: padres, abuelos, educadores.. Simplemente con palabras podemos afectar al autoconcepto y la autoconfianza del niño, y en consecuencia, a su autoestima

Lo único que logramos de este modo es condicionar su comportamiento: si a un niño se le dice todos los días que "es malo" o "se porta mal" no es probable que se porte bien, ya que no cumpliría las expectativas de los que le rodean. El niño termina creyéndose que "es malo" y no sabe actuar de otra forma, o que "es tonto" y entonces pierde su interés por estudiar.. Las palabras pueden producirles heridas que, metafóricamente, pueden llegar a estar sangrando durante muchos años si no se reconocen y cicatrizan correctamente.


Imagen cortesía de MorgueFile



En este vídeo se puede ver un ejemplo claro de cómo influye en nuestro comportamiento el creer en nosotros mismos o el no hacerlo. Habla en concreto de lo que es la indefensión aprendida, que puede llegar a ser realmente peligrosa en determinadas situaciones de la vida.






Como conclusión, creo que es importantísimo que como padres o educadores conozcamos este fenómeno, que puede llegar a ser casi mágico pero a la vez muy peligroso por su "lado oscuro".

Debemos tener en cuenta que la capacidad autopercibida tanto del niño como del adolescente se modela en gran medida en función de los mensajes que les proporcionemos, sobre todo sus figuras de apego. Lo que digamos acerca de sus capacidades y habilidades puede influir directamente sobre lo que se considere capaz de hacer. Por eso debemos centrarnos en los comentarios positivos, en tratar de motivarles y elogiar siempre sus capacidades. Si el niño se siente realmente capaz de hacer algo es muy probable que lo consiga. 

Por otro lado, debemos prestar especial atención a cualquier mensaje negativo que pueda percibir el niño, ya sea por un despiste nuestro, por la habitual forma de hablar que tenemos en esta sociedad, o un comentario que pueda escuchar de familiares cercanos, profesores.. etc. Evitemos hacer cualquier tipo de comparación, ni con hermanos ni primos ni con otros niños, compañeros ni vecinos. 

Centrémonos en las fortalezas de los niños y no en sus carencias; reconozcamos siempre su esfuerzo, esto se puede hacer casi a diario. ¿No sería mucho mejor si los maestros recibieran así cada día a los niños?




Te dejo aquí algunos enlaces por si quieres seguir leyendo sobre el tema:




Un fuerte abrazo!

Miriam



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